La diabetes de tipo 1 no puede prevenirse, pero se está investigando para determinar sus desencadenantes ambientales. Aunque la diabetes de tipo 1 no puede prevenirse, hay varias medidas que pueden adoptarse para reducir el riesgo de desarrollar diabetes de tipo 2.
Los hábitos alimentarios poco saludables y el sedentarismo asociados a la urbanización son factores comunes que contribuyen al desarrollo de la diabetes de tipo 2. Estudios realizados en Estados Unidos, Finlandia, China, India y Japón han demostrado de forma abrumadora que los cambios en el estilo de vida (peso corporal saludable y actividad física moderada) pueden ayudar a prevenir la aparición de diabetes de tipo 2 en personas de alto riesgo.
FID recomienda realizar actividad física al menos entre tres y cinco días a la semana, durante un mínimo de 30-45 minutos.
La prevención de la diabetes de tipo 2 pasa por un estilo de vida saludable: una dieta equilibrada, ejercicio regular y evitar los alimentos azucarados y procesados. Mantener un peso saludable es crucial, ya que la obesidad aumenta el riesgo. Incluso una pequeña pérdida de peso puede reducir significativamente el riesgo de diabetes de tipo 2. Por último, las revisiones y chequeos periódicos, especialmente para las personas de riesgo, pueden detectar signos precoces y retrasar o prevenir la aparición de la diabetes.
Recomendaciones de la FID para una dieta más sana:
- Elija agua, café o té en lugar de jugos de frutas, refrescos u otras bebidas azucaradas.
- Come al menos tres raciones de verduras al día, incluidas las de hoja verde.
- Come hasta tres raciones de fruta fresca al día.
- Elige frutos secos, una pieza de fruta fresca o un yogur sin azúcar como tentempié.
- Limitar la ingesta de alcohol a un máximo de dos bebidas estándar al día.
- Elija cortes magros de carne blanca, aves o marisco en lugar de carne roja o procesada.
- Elige mantequilla de cacahuete en lugar de chocolate para untar o mermelada.
- Elige pan, arroz o pasta integrales en lugar de pan, arroz o pasta blancos.
- Elige grasas insaturadas (aceite de oliva, de canola, de maíz o de girasol) en lugar de saturadas (mantequilla, ghee, grasa animal, aceite de coco o de palma).